La química del amor
Recientemente investigadores de la Universidad College de Londres
captaron imágenes de cerebros enamorados y concluyeron que ante la visión del
ser amado no solo se activan algunas zonas del cerebro, como el córtex anterior
cingulado, que también responde al estímulo de drogas sintéticas produciendo
sensaciones de euforia, sino que las áreas encargadas de realizar juicios
sociales y de someter al prójimo a valoración, se inactivan, volviéndonos
“ciegos” de amor.
Aunque nos atraen las personas con rasgos similares a los nuestros,
tendemos a elegir el olor de quienes tienen un sistema inmunológico distinto.
Y antes de que una persona se fije en otra ya ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra. Incluso influye el tipo sanguíneo (A, B, AB, O), pues la atracción suele suceder con las personas del mismo tipo.
Y antes de que una persona se fije en otra ya ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra. Incluso influye el tipo sanguíneo (A, B, AB, O), pues la atracción suele suceder con las personas del mismo tipo.
Atracción: Ellos se
enamoran por los ojos y ellas, por el oído
En la primera etapa del amor, el enamoramiento, intervienen más los ojos
del hombre, los oídos de la mujer, y el olfato en ambos, en especial las
feromonas, sustancias que diferentes animales secretan y que producen
modificaciones en el sexo opuesto y tienen que ver con la atracción. Al bailar
se produce una fábrica de feromonas, que según la etapa de la vida en la que
estén ambos, puede hacer que se dé atracción instantánea ( ‘amor a primera
vista’).
Enamoramiento
Desde la bioquímica, el enamoramiento se explica por la intervención de
las sustancias monoaminas “como la dopamina, un neurotransmisor y una hormona
que se asocia con un sistema de recompensa y placer en el cerebro, así que
cuando la secretamos nos sentimos muy bien”, dice Leonardo Palacios Sánchez,
neurólogo y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario.
Estudios realizados con imágenes de resonancia magnética funcional permiten ver
que cuando una persona enamorada ve la foto del ser amado o escucha su nombre y
la compara con un sujeto neutral, se le activan áreas del cerebro. Esto hace
que “él o la enamorada” actúe extraño pierda el juicio, todo le parece
perfecto; se le altera el sueño, y aunque trasnoche no se siente descompensado.
Experimenta menos dolor. Se altera la atención, olvida todo, no hace lo que se
le encomendó. A este proceso se suma la sustancia factor de crecimiento neural,
y se reduce el neurotransmisor serotonina, que hace que la persona tenga
pensamientos y conductas obsesivas por el otro.
El narcótico del
amor
La feniletilamina (FEA), anfetamina que segrega el cuerpo, es una de las
sustancias implicadas en el enamoramiento. Este compuesto activa la secreción
de dopamina, neurotransmisor implicado en las sensaciones de deseo y que nos
hace repetir lo que nos proporciona placer, y produce oxitocina que activa el
deseo sexual.
Al inundarse el cerebro de esta sustancia, este responde secretando
dopamina, neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del
cerebro, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que genera
placer, norepinefrina y oxitocina, que además de estimular las contracciones
uterinas para el parto y producir leche, es un mensajero químico del deseo
sexual, y estimula los neurotransmisores que originan al enamoramiento.
Las sustancias del
abrazo y de la monogamia
Después de uno a tres años, la pareja empieza a consolidarse y cae la
producción brutal de dopamina, sustancias que aceleran, y las parejas pasan a
la ‘atracción intelectiva’. El uno encuentra en el otro mucho más que una
persona que lo atrae física, sensual y sexualmente y pasa de la etapa en la que
se dice “te deseo” a la que se dice “te quiero”. Georgina Montemayor, académica
del departamento de anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad
Nacional Autónoma de México, afirma que al recibir un abrazo, un apretón de
manos o una caricia, el cerebro libera oxitocina, conocida como sustancia
química del abrazo, que se descubrió en 1953. La liberan hombres y mujeres al
tocarse, abrazarse, y hace que las personas se apeguen. Otra sustancia es la
vasopresina o ‘sustancia química de la monogamia’, que se incrementa y hace que
el vínculo se prolongue durante muchos años.
Morir de amor
Durante el despecho o “tusa”, como le dicen los colombianos, se producen
también unos cambios dramáticos en el cerebro que tienen que ver con un área
llamada el córtex cingulado anterior, la misma que se activa cuando una persona
sufre una experiencia dolorosa, no solo afectiva, sino física. Una bailarina
que se fractura justo antes de una presentación siente el dolor multiplicado
por 20. Es parecido durante el despecho, porque la dopamina es adictiva y por
eso la gente la busca. Existe el “mal de amor”, que recibe el nombre de
síndrome de Tako-Tsubo . La sensación de ‘corazón partío’ es real y tiene que ver
con la neurobiología, pero también con la sensación de pérdida del gozo
absoluta. La duración de la “tusa” depende de si la persona tiene buenos
mecanismos de defensa. Si es madura, saldrá adelante sola, pero es válido que
busque ayuda en sus amigos, en su familia y por qué no, terapéutica. Es
importante trabajar en el duelo y debe resolverse antes de seis meses. Cuando
la ruptura ha sido por infidelidad duele más. Pero actualmente muchos infieles
se escudan en que: “Lo mío es una enfermedad”. Según Palacios, “hay cosas que
traemos genéticamente, otras se adquieren en el medio. Yo guardaría el
optimismo de que, a pesar de tener ese gen, si uno está verdaderamente
enamorado, comprometido, si el otro o la otra lo llena y usted compromete su
espíritu, puede superar la genética”.
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