miércoles, 15 de enero de 2014

Ensayo sobre la Muerte

                                                                                                                                                                 
Erik Alonzo Madera Díaz
Ensayo sobre la muerte

La muerte. Acaso no es lo que más nos preocupa como seres humanos, seres mortales. Y es que ¿quién sabe lo que realmente esta es? ¿Habrá algo más allá? Si no lo hay, ¿qué se sentirá formar parte de esa nada?

En muchas ocasiones he tratado de imaginar lo que se sentiría ser nada. Dicen que la imaginación no tiene límites, pero me es curioso encontrar que ese “sentirse parte de la nada” puede ser la excepción de esta regla. Es decir, podemos resolver problemas de cálculo diferencial e integral, podemos ingeniárnoslas para enviar hombres a la Luna o sondas espaciales a otros planetas, pero no podemos ni siquiera imaginar lo que se siente no ser nada.

Hace un par de años, mi padre fue asesinado. Yo personalmente cargué sus cenizas hasta el lugar de su descanso eterno, aquella tierra donde están sus padres y abuelos. Mientras cruzaba todo el pueblo hasta el panteón, me preguntaba lo que mi padre sentía, si es que podía sentir algo. ¿Podrá verme? ¿Habrá pasado a otro plano? ¿Existirá el cielo y el infierno? Lo único que sé, es que parte de mí murió junto con él. Pero parte de él vivirá conmigo hasta que yo muera.

Esto me hizo recordar que la muerte nos rodea todo el tiempo. Que la vida está llena de muerte. Cada vez que alguien cercano a nosotros muere, también lo hace una parte de nosotros. Cuando cambiamos de escuela, de casa, de auto, de computadora, de pareja o cualquier otra cosa, sucede lo mismo. Es la muerte la que se hace presente en nuestra vida.

Y es que la muerte implica un cambio de vida o de estado. Recuerdo que alguna vez quise suicidarme, pero algo me detuvo. Quizá fue el miedo a este cambio de estado. Porque ¿quién sabe lo que pasa al morir? Nadie ha regresado para contarnos qué hay después o qué se siente morir. Aunque supongo que no se siente nada morir, sino estar muerto. Y es que la muerte está hasta que la vida no. No se puede estar muerto y vivo a la vez. Y sin embargo podemos experimentar esos momentos de muerte de los que la vida está llena. Es como una paradoja, estar vivo y sentirnos morir por dentro.

Entonces, ¿cómo es posible que a veces queramos morirnos? Ya alguien ha dicho que este es el más grande problema filosófico. Yo no sé si lo sea. Tampoco quiero dar una respuesta al mismo. Sólo me intriga el pensar por qué el ser humano querría privarse de la vida si es que le tiene tanto miedo a la muerte. Y es que yo lo he vivido en carne propia. Me he querido matar y estuve a punto de hacerlo. Pero, ¿por qué?

Sin importar la religión que se profese, todos alguna vez hemos temido a la muerte. Ya sea por no querer dejar esta vida o por la incertidumbre de la existencia de algo más allá de ella. Algunos sueñan con la inmortalidad y otros se limitan a no pensar mucho en estos asuntos. Incluso se le puede venerar, como se hace con la Santa Muerte. Por lo tanto, ¿cómo lo más aterrador puede ser también lo más deseado? ¿Acaso la vida puede llegar a ser peor que la muerte? Y ¿cómo podemos saber que es peor si nunca hemos estado muertos?

Quizá todos hemos estado muertos de alguna forma. ¿Alguien puede recordar algo antes de haber nacido? ¿Dónde estábamos? ¿Estábamos muertos? En cierto modo sí, si tomamos en cuenta que la muerte es un cambio de estado. Entonces, ¿estamos muertos ahora? Es que si antes de nacer no éramos nada, o por lo menos no algo igual a lo que somos ahora, es porque cambiamos de estado, de “vida”. Por lo tanto, se valdría decir que estamos “muertos”. Por ende, vuelvo a cuestionarme el porqué tememos tanto a la muerte. Supongo que no nos asusta lo que ya pasó, sino lo que está por pasar.

Ahora bien, si ya hemos experimentado la muerte de alguna manera, ¿por qué no logramos comprenderla? Es irónico que todos los días experimentemos lo que se siente no ser nada y aún no lo comprendemos. Porque al dormir a veces pasa que simplemente no tenemos sueños o no los recordamos. Es un tiempo muerto en nuestras vidas. ¿Quién te garantiza que te vas a despertar? ¿Qué sientes cuando estás profundamente dormido?

Pero la vida no sólo está llena de muerte, también lo está de amor. Y es que el amor está ligado a la muerte. Es este quién nos anima a vivir, que nos hace valorar la muerte y hasta temerle. Quizá por falta de amor es que a veces queremos estar muertos. Y definitivamente por amor es que queremos estar vivos. Ya sea amor a la pareja, al trabajo, a un pasatiempo, a la familia, al dinero o cualquier otra cosa, persona o acción. La muerte, de alguna manera, le da sentido al amor, por lo que no puede considerársele como mala. De hecho, creo que es lo más imparcial que puede “existir”.

Sin embargo, cualquier suposición, hipótesis, duda o pregunta acerca de la muerte, no la podremos responder o confirmar hasta que la experimentemos en carne propia. Quizá nos demos cuenta de que existe algo después. Quizá no haya nada. Quizá todo esto sea un sueño del que debemos despertar. Quizá… Quizá…