jueves, 16 de febrero de 2017

CUENTO "UN HOMBRE SIN SUERTE" DEL TEMA ENSAYO LITERARIO BLOQUE III

Un hombre sin suerte
 Samanta Schweblin


El día que cumplí ocho años, mi hermana —que no soportaba que dejaran de mirarla un solo segundo— se tomó de un saque una taza entera de lavandina. Abi tenía tres años. Primero sonrió, quizá por el mismo asco, después arrugó la cara en un asustado gesto de dolor. Cuando mamá vio la taza vacía colgando de la mano de Abi, se puso más blanca todavía que ella.

—Abi-mi-dios —eso fue todo lo que dijo mamá—. Abi-mi-dios —y todavía tardó unos segundos en ponerse en movimiento.

La sacudió por los hombros, pero Abi no respondió. Le gritó, pero Abi tampoco respondió. Corrió hasta el teléfono y llamó a papá y, cuando volvió corriendo, Abi todavía seguía de pie, con la taza colgándole de la mano. Mamá le sacó la taza y la tiró en la pileta. Abrió la heladera, sacó la leche y la sirvió en un vaso. Se quedó mirando el vaso, luego a Abi, luego el vaso y finalmente tiró también el vaso a la pileta. Papá, que trabajaba muy cerca de casa, llegó casi de inmediato, pero todavía le dio tiempo a mamá de hacer todo el show del vaso de leche una vez más, antes de que él empezara a tocar la bocina y a gritar.

Cuando me asomé al living, vi que la puerta de entrada, la reja y las puertas del coche ya estaban abiertas. Papá volvió a tocar bocina y mamá pasó como un rayo cargando a Abi contra su pecho. Sonaron más bocinas y mamá, que ya estaba sentada en el auto, empezó a llorar. Papá tuvo que gritarme dos veces para que yo entendiera que era a mí a quien le tocaba cerrar.

Hicimos las diez primeras cuadras en menos tiempo de lo que me llevó cerrar la puerta del coche y ponerme el cinturón. Pero cuando llegamos a la avenida el tráfico estaba prácticamente parado. Papá tocaba bocina y gritaba: ¡Voy al hospital! ¡Voy al hospital! Los coches que nos rodeaban maniobraban un rato y milagrosamente lograban dejarnos pasar, pero entonces, un par de autos más adelante, todo empezaba de nuevo. Papá frenó detrás de otro coche, dejó de tocar bocina y se golpeó la cabeza contra el volante. Nunca lo había visto hacer una cosa así. Hubo un momento de silencio y entonces se incorporó y me miró por el espejo retrovisor. Se dio vuelta y me dijo:

—Sacate la bombacha.

Tenía puesto mi jumper del colegio. Todas mis bombachas eran blancas, pero eso era algo en lo que yo no estaba pensando en ese momento y no podía entender el pedido de papá. Apoyé las manos sobre el asiento para sostenerme mejor. Miré a mamá y entonces ella gritó:

—¡Sacate la puta bombacha!

Y yo me la saqué. Papá me la quitó de las manos. Bajó la ventanilla, volvió a tocar bocina y sacó afuera mi bombacha. La levantó bien alto mientras gritaba y tocaba bocina, y toda la avenida se dio vuelta para mirarla. La bombacha era chica, pero también era muy blanca. Una cuadra más atrás, una ambulancia encendió las sirenas, nos alcanzó rápidamente y nos escoltó, pero papá siguió sacudiendo la bombacha hasta que llegamos al hospital.

Dejaron el coche junto a las ambulancias y se bajaron de inmediato. Sin esperarnos, mamá corrió con Abi y entró en el hospital. Yo dudaba si debía o no bajarme: estaba sin bombacha y quería ver dónde la había dejado papá, pero no la encontré ni en los asientos delanteros ni en su mano, que cerraba ahora la puerta.

—Vamos, vamos —dijo papá.

Abrió mi puerta y me ayudó a bajar. Cerró el coche. Me dio unas palmadas en el hombro cuando entramos en el hall central. Mamá salió de una habitación del fondo y nos hizo una seña. Me alivió ver que volvía a hablar, daba explicaciones a las enfermeras.

—Quedate acá —me dijo papá, y me señaló unas sillas naranjas al otro lado del pasillo.

Me senté. Papá entró en el consultorio con mamá y yo esperé un buen rato. No sé cuánto, pero fue un buen rato. Junté las rodillas, bien pegadas, y pensé en todo lo que había pasado en tan pocos minutos y en la posibilidad de que alguno de los chicos del colegio hubiera visto el espectáculo de mi bombacha. Cuando me puse derecha el jumper se estiró y mi cola tocó parte del plástico de la silla. A veces la enfermera entraba o salía del consultorio y se escuchaba a mis padres discutir y, una vez que me estiré un poquito, llegué a ver a Abi moverse inquieta en una de las camillas y supe que al menos ese día no iba a morirse. Y todavía esperé un rato más. Entonces un hombre vino y se sentó a mi lado. No sé de dónde salió, no lo había visto antes.

—¿Qué tal? —preguntó.

Pensé en decir muy bien, que es lo que siempre contesta mamá si alguien le pregunta, aunque acabe de decir que la estamos volviendo loca.

—Bien —dije.

—¿Estás esperando a alguien?

Lo pensé. Y me di cuenta de que no estaba esperando a nadie o, al menos, de que no era lo que quería estar haciendo en ese momento. Así que negué y él dijo:

—¿Y por qué estás sentada en la sala de espera?

No sabía que estaba sentada en una sala de espera y me di cuenta de que era una gran contradicción. Él abrió un pequeño bolso que tenía sobre las rodillas. Revolvió un poco, sin apuro. Después sacó de una billetera un papelito rosado.

—Acá está —dijo—, sabía que lo tenía en algún lado.

El papelito tenía el número 92.

—Vale por un helado, yo te invito —dijo.

Dije que no. No hay que aceptar cosas de extraños.

—Pero es gratis —dijo él—, me lo gané.

—No.

Miré al frente y nos quedamos en silencio.

—Como quieras —dijo él al final, sin enojarse.

Sacó del bolso una revista y se puso a llenar un crucigrama. La puerta del consultorio volvió a abrirse y escuché a papá decir: “No voy a acceder a semejante estupidez.” Me acuerdo porque ése es el punto final de papá para casi cualquier discusión, pero el hombre no pareció escucharlo.

—Es mi cumpleaños —dije.

“Es mi cumpleaños”, repetí para mí misma, “¿qué debería hacer?” Él dejó el lápiz marcando un casillero y me miró con sorpresa. Asentí sin mirarlo, consciente de tener otra vez su atención.

—Pero… —dijo y cerró la revista—, es que a veces me cuesta mucho entender a las mujeres. Si es tu cumpleaños, ¿por qué estás en una sala de espera?

Era un hombre observador. Me enderecé otra vez en mi asiento y vi que, aun así, apenas le llegaba a los hombros. Él sonrió y yo me acomodé el pelo. Y entonces dije:

—No tengo bombacha.

No sé por qué lo dije. Es que era mi cumpleaños y yo estaba sin bombacha, y era algo en lo que no podía dejar de pensar. Él todavía estaba mirándome. Quizá se había asustado, u ofendido, y me di cuenta de que, aunque no era mi intención, había algo grosero en lo que acababa de decir.

—Pero es tu cumpleaños —dijo él.

Asentí.

—No es justo. Uno no puede andar sin bombacha el día de su cumpleaños.

—Ya sé —dije, y lo dije con mucha seguridad, porque acababa de descubrir la injusticia a la que todo el show de Abi me había llevado.

Él se quedó un momento sin decir nada. Luego miró hacia los ventanales que daban al estacionamiento.

—Yo sé dónde conseguir una bombacha —dijo.

—¿Dónde?

—Problema solucionado —guardó sus cosas y se incorporó.

Dudé en levantarme. Justamente por no tener bombacha, pero también porque no sabía si él estaba diciendo la verdad. Miró hacia la mesa de entrada y saludó con una mano a las asistentes.

—Ya mismo volvemos —dijo, y me señaló—, es su cumpleaños —, y yo pensé: “Por dios y la virgen María, que no diga nada de la bombacha”, pero no lo dijo: abrió la puerta, me guiñó un ojo y yo supe que podía confiar en él.

Salimos al estacionamiento. De pie yo apenas pasaba su cintura. El coche de papá seguía junto a las ambulancias, un policía le daba vueltas alrededor, molesto. Me quedé mirándolo y él nos vio alejarnos. El aire me envolvió las piernas y subió acampanando mi jumper, tuve que caminar sosteniéndolo, con las piernas bien juntas.

—Mi dios y la virgen María —dijo él cuando se volvió para ver si lo seguía y me vio luchando con mi uniforme—, es mejor que vayamos rodeando la pared.

—No digas “mi dios y la virgen María” —dije, porque eso era algo de mamá y no me gustó cómo lo había dicho él.

—Okey, darling —dijo.

—Quiero saber a dónde vamos.

—Te estás poniendo muy quisquillosa.

Y no dijimos nada más. Cruzamos la avenida y entramos en un shopping. Era un shopping bastante feo, no creo que mamá lo conociera. Caminamos hasta el fondo, hacia una gran tienda de ropa, una realmente gigante que tampoco creo que mamá conociera. Antes de entrar él dijo “no te pierdas” y me dio la mano, que era fría pero muy suave. Saludó a las cajeras con el mismo gesto que les había hecho a las asistentes a la salida del hospital, pero no vi que nadie le respondiera. Avanzamos entre los pasillos de ropa. Además de vestidos, pantalones y remeras, había ropa de trabajo. Cascos, jardineros amarillos como los de los basureros, guardapolvos de señoras de limpieza, botas de plástico y hasta algunas herramientas. Me pregunté si él compraría su ropa ahí y si usaría alguna de esas cosas y entonces también me pregunté cómo se llamaría.

—Es acá —dijo.

Estábamos rodeados de mesadas de ropa interior masculina y femenina. Si estiraba la mano, podía tocar un gran contenedor de bombachas gigantes, más grandes que las que yo podría haber visto alguna vez, y a sólo tres pesos cada una. Con una de esas bombachas podían hacerse tres para alguien de mi tamaño.

—Ésas no —dijo él—, acá —y me llevó un poco más allá, a una sección de bombachas más pequeñas—. Mirá todas las bombachas que hay. ¿Cuál será la elegida, my lady?

Miré un poco. Casi todas eran rosas o blancas. Señalé una blanca, una de las pocas que había sin moño.

—Ésta —dije—. Pero no tengo plata.

Se acercó un poco y me dijo al oído:

—Eso no hace falta.

—¿Sos el dueño de la tienda?

—No. Es tu cumpleaños.

Sonreí.

—Pero hay que buscar mejor. Estar seguros.

—Okey, darling —dije.

—No digas “okey, darling” —dijo él—, que me pongo quisquilloso —y me imitó sosteniéndome la pollera en la playa de estacionamiento.

Me hizo reír. Y, cuando terminó de hacerse el gracioso, dejó frente a mí sus dos puños cerrados y así se quedó hasta que entendí y toqué el derecho. Lo abrió y estaba vacío.

—Todavía podés elegir el otro.

Toqué el otro. Tardé en entender que era una bombacha porque nunca había visto una negra. Y era para chicas, porque tenía corazones blancos, tan chiquitos que parecían lunares, y la cara de Kitty al frente, donde suele estar ese moño que ni a mamá ni a mí nos gusta.

—Hay que probarla —dijo.

Apoyé la bombacha en mi pecho. Él me dio otra vez la mano y fuimos hasta los probadores femeninos, que parecían estar vacíos. Nos asomamos. Él dijo que no sabía si podría entrar. Que tendría que hacerlo sola. Me di cuenta de que era lógico porque, a menos que sea alguien muy conocido, no está bien que te vean en bombacha. Pero me daba miedo entrar sola al probador, entrar sola o algo peor: salir y no encontrar a nadie.

—¿Cómo te llamás? —pregunté.

—Eso no puedo decírtelo.

—¿Por qué?

Él se agachó. Así quedaba casi a mi altura, quizá yo unos centímetros más alta.

—Porque estoy ojeado.

—¿Ojeado? ¿Qué es estar ojeado?

—Una mujer que me odia dijo que la próxima vez que yo diga mi nombre me voy a morir.

Pensé que podía ser otra broma, pero lo dijo todo muy serio.

—Podrías escribírmelo.

—¿Escribirlo?

—Si lo escribieras, no sería decirlo, sería escribirlo. Y, si sé tu nombre, puedo llamarte y no me daría tanto miedo entrar sola al probador.

—Pero no estamos seguros. ¿Y si para esa mujer escribir es también decir…? ¿Si con “decir” ella se refirió a dar a entender, a informar mi nombre del modo que sea?

—¿Y cómo se enteraría?

—La gente no confía en mí y soy el hombre con menos suerte del mundo.

—Eso no es verdad, eso no hay manera de saberlo.

—Yo sé lo que te digo.

Miramos juntos la bombacha, en mis manos. Pensé que mis padres podrían estar terminando.

—Pero es mi cumpleaños —dije.

Y quizá sí lo hice a propósito, pero así lo sentí en ese momento: los ojos se me llenaron de lágrimas. Entonces él me abrazó, fue un movimiento muy rápido, cruzó sus brazos a mis espaldas y me apretó tan fuerte que mi cara quedó un momento hundida en su pecho. Después me soltó, sacó su revista y su lápiz, escribió algo en el margen derecho de la tapa, lo arrancó y lo dobló tres veces antes de dármelo.

—No lo leas —dijo, se incorporó y me empujó suavemente hacia los cambiadores.

Dejé pasar cuatro vestidores vacíos, siguiendo el pasillo, y, antes de juntar valor y meterme en el quinto, guardé el papel en el bolsillo de mi jumper, me volví para verlo y nos sonreímos.

Me probé la bombacha. Era perfecta. Me levanté el jumper para ver bien cómo me quedaba. Era tan, pero tan perfecta… Me quedaba increíblemente bien, papá nunca me la pediría para revolearla detrás de las ambulancias y, si lo hacía, no me daría tanta vergüenza que mis compañeros la vieran. Mirá qué bombacha tiene esta piba, pensarían, qué bombacha tan perfecta. Me di cuenta de que ya no podía sacármela. Y me di cuenta de algo más, y es que la prenda no tenía alarma. Tenía una pequeña marquita en el lugar donde suelen ir las alarmas, pero no tenía ninguna alarma. Me quedé un momento más mirándome al espejo, y después no aguanté más y saqué el papelito, lo abrí y lo leí.

Cuando salí del probador, él no estaba donde nos habíamos despedido, pero sí un poco más allá, junto a los trajes de baño. Me miró y, cuando vio que no tenía la bombacha a la vista, me guiñó un ojo y fui yo la que lo tomó de la mano. Esta vez me sostuvo más fuerte, a mí me pareció bien y caminamos hacia la salida. Confiaba en que él sabía lo que hacía. En que un hombre ojeado y con la peor suerte del mundo sabía cómo hacer esas cosas. Cruzamos la línea de cajas por la entrada principal. Uno de los guardias de seguridad nos miró acomodándose el cinto. Para él, mi hombre sin nombre sería papá, y me sentí orgullosa. Pasamos los sensores de la salida, hacia el shopping, y seguimos avanzando en silencio, todo el pasillo, hasta la avenida. Entonces vi a Abi, sola, en medio del estacionamiento. Y vi a mamá más cerca, de este lado de la avenida, mirando hacia todos lados. Papá también venía hacia nosotros desde el estacionamiento. Seguía a paso rápido al policía que antes miraba su coche y ahora, en cambio, nos señalaba. Pasó todo muy rápido. Cuando papá nos vio, gritó mi nombre y unos segundos después el policía y dos más que no sé de dónde salieron ya estaban sobre nosotros. Él me soltó, pero dejé unos segundos mi mano suspendida hacia él. Lo rodearon y lo empujaron de mala manera. Le preguntaron qué estaba haciendo, le preguntaron su nombre, pero él no respondió. Mamá me abrazó y me revisó de arriba a abajo. Tenía mi bombacha blanca enganchada en la mano derecha. Entonces, quizá tanteándome, se dio cuenta de que llevaba otra bombacha. Me levantó el jumper en un solo movimiento: fue algo tan brusco y grosero, delante de todos, que yo tuve que dar unos pasos hacia atrás para no caerme. Él me miró, yo lo miré. Cuando mamá vio la bombacha negra, gritó: “Hijo de puta, hijo de puta”, y papá se tiró sobre él y trató de golpearlo. Mientras los guardias los separaban, yo busqué el papel en mi jumper, me lo puse en la boca y, mientras me lo tragaba, repetí en silencio su nombre, varias veces, para no olvidármelo nunca.


Samanta Schweblin (Ciudad de Buenos Aires, 1978). Sus libros de cuentos El núcleo del disturbio y Pájaros en la boca han sido publicados en veintidós países. La prestigiosa revista Granta la presentó en 2010 entre “los mejores narradores jóvenes en español”. Ganó premios como el del Fondo Nacional de las Artes de Argentina (por su libro El núcleo del disturbio, Destino Ediciones, 2002), el Casa de las Américas de Cuba (en 2008, por Pájaros en la boca, Emecé, 2009) y el Juan Rulfo de Francia (por el cuento que presentamos aquí). También obtuvo las becas Fonca (México), Civitella Ranieri (Italia), Shanghai Writer Association (China) y Berliner Künstlerprogramm (Alemania). Actualmente reside en Berlín. En septiembre publicó la novela Distancia de rescate (Random House). El cuento que presentamos está inédito en libro.




martes, 20 de septiembre de 2016

La química del amor

La química en el amor
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¿Te ha pasado que cuando ves a una persona por primera vez, comienzas a sudar como nunca, tienes palpitaciones, tus manos tiemblan, te ruborizas, sientes ese cosquilleo en el estómago; se te va la onda, tartamudeas y comienzas a reírte de la nada? Bueno pues esto indica nada más y nada menos que aquella persona que está frente a ti es bioquímicamente tu media naranja. Es a quien has estado esperado por mucho tiempo.
Esta sensaciones tienen su porque en fundamentos psicológicos y físicos que se van construyendo desde la niñez.
Antes de que una persona se fije en otra, ya ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra.
El sexólogo John Money considera que los niños desarrollan esos mapas entre los 5 y 8 años de edad, en base a las asociaciones con miembros de su familia, amigos, con experiencias y hechos fortuitos.
Así pues antes de que el verdadero amor llegue a ti,  tú ya elaboraste sus rasgos esenciales, es la persona ideal a quien amar.
La Química del amor
Esa especie de fascinación que hace que dos seres se queden "enganchados" con gran necesidad de interactuar y conocerse más se le llama "La química del amor".
Se refiere a un conjunto de reacciones emocionales en donde hay descargas neuronales (electricidad)) y hormonales (sustancias químicas como dopamina y norepinefrina y bajos niveles de serotonina) además de ácidos, gases y olores.
Todo ellos se mezclan creando una revolución interna que convierte lo racional en irracional, la prudencia en torpeza y la serenidad en nerviosismo. Son reacciones que explican buena parte de los signos del enamoramiento.

De la emoción al enamoramiento
Los hombres, son los que parecen ser más susceptibles a la acción de las sustancias asociadas al amor. Ellos se enamoran más rápida y fácilmente que las mujeres.
El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro la FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas que tiene la capacidad de aumentar la energía física y la lucidez mental.
El cerebro responde a tal compuesto con la secreción de dopamina (inhibe el apetito), norepinefrina y oxitocina, provocando que los enamorados puedan permanecer horas coqueteándose o conversando sin sensación alguna de cansancio o sueño.
Estos compuestos ayudan a forjar lazos permanentes entre la pareja tras la primera oleada de emoción y por si fuera poco hasta fortalecen el sistema inmunológico. En caso contrario, a las personas que tienen menos receptores cerebrales de los que se necesitan para recibir la oxitocina, se les dificulta establecer lazos permanentes con su pareja.
Lamentablemente el período de enamoramiento no es eterno, perdura de 2 a 3 años, incluso a veces más, pero al final la atracción bioquímica decae. Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias.
Es entonces cuando comienza una segunda fase donde están presentes otro tipo de sustancias químicas como las endorfinas de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos; los que confieren la sensación común de seguridad, comodidad y paz, dando lugar a la etapa del apego.
La química en el sexo
La química también interviene cuando la persona se siente atraída sexualmente por otra. Su cerebro envía una señal química a la hipófisis, provocando la liberación de hormonas sexuales (estrógenos y progesterona, por ejemplo). En consecuencia la respiración aumenta 30 ciclos por minuto, la sangre se "alborota" y acumula en sitios como los labios, las mejillas, la vagina y el pene, facilitando la excitación.
El ritmo cardiaco aumenta hasta 100 pulsaciones por minuto, los pezones se ponen firmes y la glándula del timo segrega timina en mayor cantidad elevando el estado de ánimo.
Una relación sentimental donde el factor pasión es preponderante, dura entre los 90 y 180 días como máximo.
El término de una relación involucra a la química
Tras la bajada de FEA, las personas pueden sentirse cada vez menos enamoradas, pero si a esto le agregamos que se han dejado llevar por el sentimiento sin darle el espacio que se merece al raciocinio, seguramente experimentarán insatisfacción, frustración, separación e incluso el odio.
Cuando la relación de pareja se rompe, se involucra ciertas sustancias químicas; el nivel de feniletilamina se derrumba y el cuerpo experimenta una especie de "síndrome de abstinencia" que coincide con el ansia de comer chocolate (rico en feniletilamina) que sienten muchas personas tras una ruptura.
Hace apenas 13 años, se planteó el estudio del amor como un proceso bioquímico que se inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas.
Científicamente entonces, existe una química interna que se relaciona con nuestras emociones, sentimientos y conductas; ya que hasta el más sencillo de ellos, está conectado a la producción de alguna hormona.
Sin embargo, si queremos conservar aquella pareja que nos ha hecho liberar una gran cantidad sustancias químicas y ha provocado que nos comportemos y sintamos de manera diferente, es necesario buscar formas efectivas de convivencia y luchar para que el proceso deje de ser meramente químico.


miércoles, 24 de agosto de 2016

ARTÍCULO EL SÍNDROME SELFIE

El síndrome Selfie: de la moda al narcisismo
¿La egolatría es una reacción inevitable en las plataformas sociales?
Un análisis describe cómo el uso excesivo de Facebook y Twitter despierta el narciso de los usuarios. Pese a que lo consideran una moda, especialistas alertan sobre sus efectos.
Si hace poco ya os hablábamos sobre La obsesión por estar conectados a través de los dispositivos móviles hoy os hablamos de los tan conocidos “selfies”. ¿Existe el síndrome “selfie”? Las redes sociales nos han convertido en narcisistas.
 “Selfie”, ¿qué dicen de ti tus fotos?
 Si eres fanático de compartir autorretratos (selfies) en redes sociales o conoces a alguien así, esta información te interesa, ya que expertos aseguran que al hacerlo reiteradamente podrían estar expresándose ciertas necesidades… ¿Tú qué opinas?
Bajo el hashtag (etiqueta) #me o #selfie, que suele acompañar a los autorretratos, miles de personas publican sus fotos en redes sociales; tan sólo en Facebook se calcula que circulanmás de 240 mil millones pero, ¿por qué lo hacen? Los motivos varían:
  • Por diversión.
  • Para presumir logros.
  • Como mensaje para alguien.
  • Para compartir momentos.
Aunque no se debe generalizar, expertos en Psicología advierten que exponer excesivamente la vida personal también podría hablar de sujetos con baja autoestima, quienes buscan aprobación y aceptación de los demás.
Sociólogos y psiquiatras coinciden en que la gente exhibe solamente lo que quiere mostrar, construyéndose así una identidad que se pone a consideración de los demás para recibir retroalimentación y ser validada.
Por ello, hay quienes consideran la tendencia selfie como acto de vanidad que indica narcisismo, o bien, falta de autoestima que se traduce en necesidad de autoafirmación y construcción de la identidad.
 El síndrome del “Selfie”
 Pero ¿qué es un “selfie”? El acto de autofotografiarse mediante un Smartphone o, incluso, una cámara web mientras estamos comiendo sushi en nuestro restaurante japonés favorito, nos compramos unas camisetas último modelo o tomamos algo, y la subida de dichas fotos a la red (claro que siempre que hacemos algo que no esté muy alcance de una mayoría en crisis) se llama Selfie.
Junto con los avances de la tecnología y el auge de las redes sociales, los “Selfies” se autoretratan una y otra vez en la misma postura. Ésta se repite vez tras vez y es posteada casi que instantáneamente en sus perfiles sociales. A partir de aquí, su mayor preocupación es cuántos “me gusta” o cuántos “retweets” va a recibir la foto en cuestión. Y, si, además, nos dedican uno o más comentarios, la popularidad aumenta como la espuma…

 “Yo, yo, yo” parece ser el mantra de hoy. ¿Nos estaremos volviendo narcisistas en la cultura digital? Tomarse una foto de uno mismo ocasionalmente puede ser algo divertido si no nos lo tomamos en serio. Sin embargo, cuando vemos a personas que se toman fotos cada cinco minutos, en todas las poses y circunstancias posibles, para postearlas en las redes sociales y cambiar su perfil a diario, algo nos hace ruido.
necesito-nueva-foto selfie, adicciones

Selfies, adictos a los autorretratos
 La palabra de origen inglés selfie define no solamente a los autorretratos, también a aquellos sujetos obsesionados con publicarlos y compartirlos, necesidad basada, indican expertos, en moda social caracterizada por la idea de que sólo existe lo que está en los medios.
Al respecto, un estudio de las universidades de Birmingham, Edimburgo y Heriot-Watt, en Reino Unido, realizado con apoyo de 500 usuarios de la red social más grande del mundo, Facebook, reveló que quienes publican selfies de forma exagerada suelen tener relaciones más superficiales y peor sentido de la intimidad, y que es esta última característica la que aleja a las personas acostumbradas al trato “cara a cara” (vida “analógica”), para quienes la exposición pública debilita el vínculo afectivo que existe en la vida real.
Sin embargo, expertos aclaran que en los últimos años, especialmente para los “nativos digitales” (aquellos nacidos a partir de 1980), el concepto de amistad e intimidad ya no implica necesariamente presencia física. Por ello, son las personas jóvenes quienes con mayor frecuencia buscan la aceptación de la gente mediante redes sociales, de modo que publicar selfies puede ser contraproducente si no reciben la retroalimentación esperada, dañando así su autoestima.
Pese a ello, investigadores advierten que nos acercamos a la “Web 3.0”, donde los usuarios se convierten en consumidores de lo que producen (prosumers), de ahí la creciente moda de tomar, publicar y comentar autorretratos que reflejan, incluso, íntimos estados emocionales que perfilan la identidad.
El uso desmedido de las redes sociales refleja, en sus jóvenes usuarios, signos narcisistas, reportó un análisis de The Best Computer Science Schools, un fenómeno que han identificado como el “síndrome selfie”.
 ¿Cómo es un narcisista?
 Es un trastorno de la personalidad que implica la preocupación por sí mismo y sobre cómo es percibido por los demás. El narcisista está interesado por la satisfacción de su vanidad y la admiración de sus propios atributos físicos e intelectuales.
¿Les suena? Posiblemente, las redes sociales hayan contribuido a que la sociedad, en general, se haya vuelto más narcisista. Diversos estudios confirman esta teoría. Así,Facebook y Twitter son dos de las redes sociales que más han promovido esta tendencia selfie. En este sentido, los investigadores destacan que la gente que escribe mucho en Facebook demuestra tener una personalidad bastante insegura y narcisista. ¿Y los que saturan su timeline de Twitter con aspectos de su vida cotidiana? Igualmente ; significa que necesitan la aprobación de los demás y son, por tanto, narcisistas.
 ¿ Cuáles son las características de un narcisista?
 Los síntomas de una persona narcisista:
1) No escucha, sólo oye para ver cómo descarta, niega, descalifica o ignora el comentario del otro.
2) Se preocupa por sí mismo. Suele ser egoísta, estar interesado en su propio bien. Si es generoso, generalmente responde a sus propios intereses.
3) Se siente por encima de todos, superior a los demás; las reglas no aplican a su persona o situación.
4) Intolerante a la crítica. Suele tener un concepto inflado de sí mismo y de su importancia; sin embargo, cualquier pequeña crítica negativa lo tumba.
5) No aceptan responsabilidad. Suelen echarle la culpa a otros de las cosas que van mal.
6) Son explosivos. Cualquier pequeñez los enoja y los puede sacar de sus cabales

Efectos negativos del abuso de las redes sociales
 Según diferentes estudios, el uso excesivo de las redes sociales puede producir problemas psicológicos como:
·         Déficit de Atención e Hiperactividad
·         Depresión
·         Trastorno Obsesivo-Compulsivo
·         Trastorno de Personalidad Narcisista
·         Trastornos esquizoafectivo y esquizotípico
  • Adicción 


jueves, 2 de junio de 2016

Lenguas originarias

Recordatorio de la entrega de la primera parte del proyecto sobre lenguas originarias. 
Seleccionar una lengua indígena que se hable en el país o en el estado. Ubicar geográficamente a los hablantes de esta lengua. Investigar sobre su vestimenta, ceremonias religiosas, fiestas tradicionales, literatura. Todo en no más de 10 fichas de trabajo. En el cuaderno, escrito a mano. Tinta negra o azul. Mañana se entrega.

Ejemplo de la ficha de trabajo. En este caso realizarán fichas de resumen. Les dejo un ejemplo. Es lo que escribirían en una ficha, los datos del autor, el nombre del artículo, link, etc, van en la parte superior izquierda. Dudas, en el salón. Saludos 
Autor: Mauricio Morris
Ensayo sobre el aborto
http://www.ejemplode.com/66-ens…/2117-ensayo_del_aborto.html

(Resumen)
Se enfoca en un tema muy polémico, que afecta a la población en general al enfrentar dos criterios:
El conservador (en pro de la vida ante cualquier circunstancia)
Una fracción de izquierda (se anuncia como liberal y apoya el aborto como medio de control natal)
Existen filosofías contrarias que incluyen la moral, la psicología, el derecho e incluso posiciones externas a los países que influyen mediante instituciones en las decisiones de índole interno.
La despenalización se ha establecido junto con el matrimonio del mismo género y la eutanasia, contra la voluntad de la mayoría de la población, pero en consideración a voluntades de sectores pro-derechos humanos que lo apoyan contra otros que lo rechazan.

martes, 15 de marzo de 2016

REPORTAJE PARA IMPRIMIR SEGUNDO GRADO

La química del amor
Recientemente investigadores de la Universidad College de Londres captaron imágenes de cerebros enamorados y concluyeron que ante la visión del ser amado no solo se activan algunas zonas del cerebro, como el córtex anterior cingulado, que también responde al estímulo de drogas sintéticas produciendo sensaciones de euforia, sino que las áreas encargadas de realizar juicios sociales y de someter al prójimo a valoración, se inactivan, volviéndonos “ciegos” de amor.
Aunque nos atraen las personas con rasgos similares a los nuestros, tendemos a elegir el olor de quienes tienen un sistema inmunológico distinto.
Y antes de que una persona se fije en otra ya ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra. Incluso influye el tipo sanguíneo (A, B, AB, O), pues la atracción suele suceder con las personas del mismo tipo.
Atracción: Ellos se enamoran por los ojos y ellas, por el oído
En la primera etapa del amor, el enamoramiento, intervienen más los ojos del hombre, los oídos de la mujer, y el olfato en ambos, en especial las feromonas, sustancias que diferentes animales secretan y que producen modificaciones en el sexo opuesto y tienen que ver con la atracción. Al bailar se produce una fábrica de feromonas, que según la etapa de la vida en la que estén ambos, puede hacer que se dé atracción instantánea ( ‘amor a primera vista’).
Enamoramiento
Desde la bioquímica, el enamoramiento se explica por la intervención de las sustancias monoaminas “como la dopamina, un neurotransmisor y una hormona que se asocia con un sistema de recompensa y placer en el cerebro, así que cuando la secretamos nos sentimos muy bien”, dice Leonardo Palacios Sánchez, neurólogo y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario. Estudios realizados con imágenes de resonancia magnética funcional permiten ver que cuando una persona enamorada ve la foto del ser amado o escucha su nombre y la compara con un sujeto neutral, se le activan áreas del cerebro. Esto hace que “él o la enamorada” actúe extraño pierda el juicio, todo le parece perfecto; se le altera el sueño, y aunque trasnoche no se siente descompensado. Experimenta menos dolor. Se altera la atención, olvida todo, no hace lo que se le encomendó. A este proceso se suma la sustancia factor de crecimiento neural, y se reduce el neurotransmisor serotonina, que hace que la persona tenga pensamientos y conductas obsesivas por el otro.
El narcótico del amor
La feniletilamina (FEA), anfetamina que segrega el cuerpo, es una de las sustancias implicadas en el enamoramiento. Este compuesto activa la secreción de dopamina, neurotransmisor implicado en las sensaciones de deseo y que nos hace repetir lo que nos proporciona placer, y produce oxitocina que activa el deseo sexual.
Al inundarse el cerebro de esta sustancia, este responde secretando dopamina, neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que genera placer, norepinefrina y oxitocina, que además de estimular las contracciones uterinas para el parto y producir leche, es un mensajero químico del deseo sexual, y estimula los neurotransmisores que originan al enamoramiento.
Las sustancias del abrazo y de la monogamia
Después de uno a tres años, la pareja empieza a consolidarse y cae la producción brutal de dopamina, sustancias que aceleran, y las parejas pasan a la ‘atracción intelectiva’. El uno encuentra en el otro mucho más que una persona que lo atrae física, sensual y sexualmente y pasa de la etapa en la que se dice “te deseo” a la que se dice “te quiero”. Georgina Montemayor, académica del departamento de anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, afirma que al recibir un abrazo, un apretón de manos o una caricia, el cerebro libera oxitocina, conocida como sustancia química del abrazo, que se descubrió en 1953. La liberan hombres y mujeres al tocarse, abrazarse, y hace que las personas se apeguen. Otra sustancia es la vasopresina o ‘sustancia química de la monogamia’, que se incrementa y hace que el vínculo se prolongue durante muchos años.
Morir de amor
Durante el despecho o “tusa”, como le dicen los colombianos, se producen también unos cambios dramáticos en el cerebro que tienen que ver con un área llamada el córtex cingulado anterior, la misma que se activa cuando una persona sufre una experiencia dolorosa, no solo afectiva, sino física. Una bailarina que se fractura justo antes de una presentación siente el dolor multiplicado por 20. Es parecido durante el despecho, porque la dopamina es adictiva y por eso la gente la busca. Existe el “mal de amor”, que recibe el nombre de síndrome de Tako-Tsubo . La sensación de ‘corazón partío’ es real y tiene que ver con la neurobiología, pero también con la sensación de pérdida del gozo absoluta. La duración de la “tusa” depende de si la persona tiene buenos mecanismos de defensa. Si es madura, saldrá adelante sola, pero es válido que busque ayuda en sus amigos, en su familia y por qué no, terapéutica. Es importante trabajar en el duelo y debe resolverse antes de seis meses. Cuando la ruptura ha sido por infidelidad duele más. Pero actualmente muchos infieles se escudan en que: “Lo mío es una enfermedad”. Según Palacios, “hay cosas que traemos genéticamente, otras se adquieren en el medio. Yo guardaría el optimismo de que, a pesar de tener ese gen, si uno está verdaderamente enamorado, comprometido, si el otro o la otra lo llena y usted compromete su espíritu, puede superar la genética”.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

TAREA DOCUMENTOS QUE DEFIENDEN LOS DERECHOS HUMANOS

ACTIVIDAD PARA SEGUNDO GRADO.- Investiga y escribe en tu cuaderno, de qué tratan, quién expide, en qué año se elaboró y qué derechos defienden los siguientes documentos:
1.- Constitución Política de México
2.- Declaración Universal de los Derechos Humanos
3.- Pacto de Varsovia
4.- Protocolo de Montreal
5.- Convención de La Haya
6.- Reglamento Internacional Sanitario

MONOGRAFÍA SOBRE EQUIDAD DE GÉNERO

ACTIVIDAD PARA PRIMER GRADO.- Seleccionen uno de los siguientes temas relacionados con la equidad de género,para elaborar su monografía, escríbanlo en su cuaderno y hagan una breve reflexión sobre ello (Es decir, qué opinas de eso, decir si te ha tocado experimentar eso o ver a alguien, etc).

1.- Contar chistes denigrantes sobre mujeres
2.- Rechazar a alguien por ser hombre o mujer
3.- Menospreciar las ideas de alguien solo por ser hombre o mujer
4.- Evitar la mención de ciertos temas con el sexo opuesto por el prejuicio de que no le corresponde hablar de ello
5.- Repartir ciertas tareas de modo que solo las hagan las personas de un sexo. Por ejemplo, la limpieza del hogar a las mujeres o el arreglo de aparatos a los hombres.

Después, en el mismo cuaderno, responde:
a) ¿Qué es equidad de género?
b) ¿Por que sería relevante compartir el tema con la comunidad?
c) ¿Dónde podrían encontrar información sobre el tema?
d) ¿A qué personas de la comunidad podrían recurrir para informarse sobre el tema?